REPENSAR EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y CUTURAL NACIONAL

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21 de Septiembre 2019
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REPENSAR EL PATRIMONIO HISTÓRICO Y CUTURAL NACIONAL
Eduardo Grajales

La subasta de piezas históricas de México en la Casa Millón, una tienda de antigüedades en Paris, Francia, muestra la falta de rigurosidad en las políticas de cuidado y protección del patrimonio nacional, que plantea muchas interrogantes: ¿Cómo llegaron esas piezas al comercio internacional? ¿De dónde y cómo fueron extraídas y trasladadas por el territorio mexicano hasta salir de sus fronteras? ¿Por qué las instancias responsables tuvieron conocimiento hasta que éstas salieron a la venta? ¿Quiénes son los responsables y cuáles serán sus sanciones?...

Aunque hay respuestas obvias como la corrupción, el tráfico de influencias, la negligencia de algunas autoridades entre otras, en su conjunto se resumen en una evidente despreocupación y descuido de las autoridades federales, que desde hace mucho tiempo han visto en el sector cultural un rubro accesorio, para el solaz de las población o como parte del folclor nacional, cuando significa –como lo hace Francia- una veta que además de fomentar la identidad nacional promueve el desarrollo económico, turístico y social.

Esta visión parcial de la cultura en México ha ocasionado que instituciones como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que es la institución responsable del cuidado del patrimonio histórico, haya venido sufriendo un detrimento en sus presupuestos, en su plantilla laboral altamente especializada e incluso en el fortalecimiento de su normatividad.

Aunque esto no los exime de su responsabilidad, cierto es que sus labores no pueden llevarse a cabo sin un financiamiento apropiado, infraestructura y equipamiento necesario, así como la participación de un grupo de expertos en la materia, que como se ha dicho han venido en constante disminución provocando con ello, como lo señaló su director Diego Prieto en enero pasado, cuando fueron despedidos alrededor de 120 trabajadores de la dependencia gubernamental.

“El problema estructural es que el INAH ha crecido considerablemente en los últimos 35 años, pero se detuvo la creación de plazas de base, por lo que se tuvieron que ir generando plazas eventuales, y en el INAH hay alrededor de 1,700 personas contratadas por la vía de contratos. En esta quincena se tendrá que pagar todo el mes de enero. (Los trabajadores) tienen toda la razón en que no se debe retrasar el pago, se trata de una situación administrativa que el INAH ha subsanado”, afirmó.

Lo anterior es apenas una muestra del detrimento de la política patrimonial nacional, en los estados ni se diga, la situación es todavía peor, el esfuerzo que están realizando por mantener su agenda de actividades instituciones como el INAH entre otras, es verdaderamente loable pero a su vez penoso. ¿Cómo es posible que los espacios públicos como teatros, museos y otros centros culturales que significan verdaderos recintos históricos donde descansa la vida y obra de los mexicanos se encuentren prácticamente en el abandono, sin personal calificado y sin recursos básicos para su funcionamiento?

En Villaflores, por ejemplo, existen una gran cantidad de cascos de haciendas y estructuras de conventos religiosos del periodo virreinal y revolucionario que no han sido siquiera registradas por la autoridad y que se están deteriorando; en Tuxtla Gutiérrez,  algunas edificaciones de sus cuatro barrios antiguos todavía se resisten ante el avasallamiento comercial; en Venustiano Carranza existe una ruta de iglesias antiguas que no cuentan siquiera con un registro, señalética apropiada o proyectos de restauración, ocasionando que estén sufriendo daños por la misma población que en muchos casos los usa como corral para sus ganados, e incluso hasta como estacionamientos, como el caso del Ex Convento de Tecpatán, donde su párroco hace semejante uso. 

Esta cruenta y lastimosa realidad contrasta drásticamente con la percepción de otras naciones que han visto en su patrimonio cultural una fuente para potenciar su crecimiento y convertirse en referentes internacionales en la materia, como el caso de Francia que ayer, desde su capital en Paris, dio una muestra de lo valioso que le es el patrimonio cultural (aun cuando sea de otros países).

En la puja de la Casa Millón se subastaron 120 piezas, una de ellas consistente en un fragmento de una máscara ceremonial tallada en obsidiana de un señor en señal de vigilancia, que se vendió ni más ni menos que en 48 mil euros, es decir, el equivalente a poco más de un millón 27 mil 80 pesos.

De acuerdo a los reportes de la subasta de esta tienda privada, comercializó los lotes a coleccionistas físicos y virtuales que en los primeros 11 minutos de iniciada la puja ya se había vendido alrededor de 35 piezas, que iniciaron desde los 100 y alcanzaron hasta los 50 mil euros, lo que demuestra que hay un mercado que está valorando y pagando por estos vestigios históricos, lamentablemente ninguno de los compradores fue mexicano.

Entre tanto y tarde como ha sido la costumbre de las instituciones gubernamentales, el gobierno mexicano reclamó la propiedad del 95% de las piezas vendidas, sin el éxito que esperaban. Ahora, difícilmente lograrán recuperar ese patrimonio por las condiciones legales en las que los franceses las adquirieron, exhibieron y vendieron, y que desde ayer se sumaron a las decenas, quizá cientos o miles de piezas que año con año salen y seguirán saliendo del país para venderse en el mercado negro para luego ser legalizadas.

El hecho obliga a hacer una pausa para reflexionar sobre la importancia que tiene el patrimonio cultural en el marco de una transformación nacional, en el simbolismo que tiene cada una de estas piezas en el enorme rompecabezas cultural que nos constituye como mexicanos y, particularmente, en una temporada donde se supondría que estamos celebrando nuestra identidad.

Asimismo, debería obligarnos a reforzar las acciones para la vigilancia del patrimonio y a repensar el papel de instituciones como el INAH, CONECULTA, INALI, entre tantas otras que trabajan día con día en proteger y preservar el legado histórico nacional. Urge, repensar el patrimonio histórico y cultural nacional, estatal y municipal.